El día después de Andalucía
El veintiocho de febrero fue el día de Andalucía, un día en el que se trata de conmemorar y celebrar todo lo bueno que tiene esta noble tierra; un día, a mi parecer, necesario para recordarnos quienes fuimos y sobre todo quienes somos. He preferido publicar este "artículo de opinión" con unos días de distanciamiento para evitar que el repentino y fugaz fervor patriótico que envuelve a este tipo de festividades pudiera llevar a malentendidos.
No estoy orgulloso de ser andaluz, pues no considero que tenga ningún mérito nacer en un lugar, no obstante, sí que puedo decir que amo, aun siendo consciente de sus carencias, a mi tierra. Admiro a figuras como Séneca, Trajano, Al-Mutámid, Góngora, Velázquez, Aleixandre, Lorca, Falla, Zambrano o Sabina, … que ayudaron y ayudan con su talento y esfuerzo a construir el legado que esta tierra hoy ostenta. Admiró también a esas figuras anónimas que sin reconocimiento alguno convirtieron dicho legado en realidad: a los pescadores de mi Málaga natal que se levantan en la madrugada para faenar con la esperanza de que el frío mar les dé lo suficiente para vivir, a los jornaleros de Jaén que trabajan de sol a sol para traernos el fruto de su trabajo a nuestros mercados; admiro también a los médicos y profesores que con su esfuerzo y conocimiento tratan de garantizar un futuro para esta tierra que a ratos parece baldía; en definitiva, admiro a esas personas, que andaluzas o no, hacen de nuestra tierra un lugar mejor con el sudor de su frente.
Este domingo, día veintiocho, cuando veía como por las redes no paraban de hacerse virales decenas de versiones de nuestro maravilloso himno, cientos de videos en bucle mostrando la belleza de nuestra tierra y sus monumentos o una pléyade de montajes de banderas verdiblancas en lugares y situaciones de lo más insospechadas, no pude evitar sentir algo de rabia; rabia por saber que ese fervor generalizado no volverá a aparecer hasta dentro de un año, rabia porque ese entusiasmo por poner en valor a nuestra tierra se quedará solo en eso, en una serie de tópicos virales, más o menos veraces, que no ayudaran a combatir los problemas de Andalucía. Quizás el problema sea mío, que busco algo más que la mera festividad en un día como este, quizás solo estoy poniendo el grito en el cielo a las primeras de cambio y dándole demasiadas vueltas a algo que no lo tiene. No obstante, es en estos momentos cuando recuerdo como nos definía, el nunca desaparecido, Miguel Hernández en su poema Vientos del pueblo me llevan, en él nos reflejaba de la siguiente manera.
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
Como dije antes, no elegí nacer en Andalucía, pero ella, al igual que España, es mi patria y yo me considero un patriota, no de los de himnos y banderas en los balcones, sino de los de lucha, esfuerzo y sacrificio para con su tierra y sobre todo para con sus compatriotas. Creo que el patriotismo, por lo menos el que yo hago mío, se compone de tres variables: una irracional, el amor y la pasión, que es la que apreciamos cada veintiocho de febrero; otra racional, la de la crítica, para mejorar, y sobre todo para llegar a ser lo que de verdad merecemos ser, algo que por desgracia brilló por su ausencia el pasado domingo; y la tercera y última variable y, posiblemente, la más complicada de todas, es la del esfuerzo, la de la implicación, la de luchar por lo que, como decía antes, creemos merecer y no tenemos. Este último punto no es una llamada a la revolución ni a las barricadas, es una llamada a la cotidianeidad del día a día, a ser conscientes de qué podemos hacer para cambiar las cosas y sobre todo de comenzar a hacerlo.
Andalucía, nuestra tierra, tiene un 22,7% de paro a fecha de hoy, 52,5% para los menores de veinticinco años, una tasa de pobreza severa del 14,7% (la más alta de España) y es la tercera comunidad a la cola en cuanto a salario bruto percibido. El pasado domingo todos nombrábamos con orgullo y alegría a Machado o Lorca, me pregunto qué sentirían ellos al ver que su amada tierra sigue adoleciendo de los mismos problemas, con la lógica contextualización a los tiempos actuales, que hace un siglo.
Andalucía ha cambiado, progresado, no es la misma de hace cuarenta años, no obstante, creo que no es suficiente. Antonio Gala dijo hace ocho años sobre Andalucía: "Cómo se ha ido apocando, cómo se ha ido estrechando,..., yo he conocido todavía otra Andalucía, Andalucía está siendo muy malentendida incluso por los Andaluces, se han achicado, se han enmohecido, se han empequeñecido,..., Andalucía era otra cosa,..., el paraíso misterioso en el que la gente pobre también era feliz". Creo que Gala no se refería a la clásica "romantización" de la pobreza, sino a la grandeza de nuestras gentes que, aun no teniendo nada, eran capaces de encontrar la dignidad y la alegría en las situaciones más amargas; imagínense ustedes qué gran pueblo seríamos si cambiáramos la amargura de nuestro entorno por la dicha y la abundancia que parecemos negarnos a conseguir.
Ojalá en el futuro recuperemos el orgullo y el coraje que en otra época tuvimos, y trabajemos para que con el paso del tiempo el día de Andalucía no sea solo una celebración de nuestro pasado, sino también de nuestro presente y de nuestro futuro.
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